Hasta el momento, las autoridades reportan que el número de víctimas mortales asciende a 225; 94 residentes en la Ciudad de México, 12 en el Estado de México, 71 en Morelos, 43 en Puebla, cuatro en Guerrero y una persona falleció en Oaxaca. Cerca de 45 edificios cayeron derrumbados, sólo en la Ciudad de México.
Temblor en la Ciudad de México 32 años después
Los capitalinos se volcaron a ayudar, a donar ropa y comida, a tomar pico y pala para ir como voluntario, a sacar gente de los escombros y a deambular por una ciudad derruida: unidades habitacionales, centros de trabajo y hospitales, ya no existían más. El estadio de beisbol que se ubicaba en la Avenida Cuauhtémoc y Obrero Mundial en la Colonia Narvarte, hoy convertido en un Centro Comercial, se improvisó como morgue.
Las cifras oficiales señalan que hubo más de 33 mil damnificados, la gran mayoría, cerca de 20 mil se acomodaron en albergues distribuidos en 13 delegaciones, principalmente en Cuauhtémoc y Venustiano Carranza. A estos albergues llegaron brigadas de la coordinación de Psiquiatría y Salud Mental del Instituto Mexicano del Seguro Social, para atender a los afectados.
Más de 10 mil personas murieron, más de 50 mil perdieron sus hogares y casi 200 mil se quedaron sin empleo, así que estrés y depresión empezaron a aparecer, además de crisis nerviosas, irritabilidad exagerada, miedo, agotamiento, angustia y ansiedad.
De esta circunstancia nadie se salva según recopilan Beatriz Peña Barba, José Luis Torres, Miriam Prawda y Guadalupe Pérez en el trabajo “Efectos causados por los sismos de 1985 en estudiantes de medicina”.
En el documento explican que una vez terminadas las labores de rescate, se esperaba que la gente iba a tomar conciencia plena de las pérdidas sufridas y se agudizarían sentimientos como la desesperación, impotencia, tristeza y depresión, además de los casos de duelo patológico o mal elaborado.